Por Juan Pablo Ojeda
La estrategia de seguridad encabezada por Omar García Harfuch al frente de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana ha comenzado a rendir frutos más allá de las fronteras mexicanas. De acuerdo con un reportaje de The New York Times, su gestión ha logrado tranquilizar a funcionarios de Estados Unidos sobre la capacidad de México para enfrentar al narcotráfico y contener a los cárteles.
El diario destaca que Harfuch se ha convertido en un punto clave de contacto entre agencias mexicanas y estadounidenses, lo que ha permitido un mayor intercambio de inteligencia y una coordinación más fluida. Este nuevo clima de cooperación, señala el medio, habría contribuido a que el presidente estadounidense Donald Trump centre ahora su atención en organizaciones criminales de Sudamérica, y no en México como prioridad inmediata.
El reconocimiento no implica desconocer la magnitud del reto. Analistas citados por el propio medio, como Eduardo Guerrero, advierten que los cárteles mexicanos siguen siendo estructuras poderosas y profundamente arraigadas en distintos niveles del sistema político, lo que hace imposible hablar de una erradicación rápida. Aun así, The New York Times describe a Harfuch como un funcionario con peso real sobre fiscales, agencias de inteligencia y Fuerzas Armadas, además de contar con el respaldo directo de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Las cifras presentadas refuerzan ese diagnóstico. En los primeros 14 meses de la actual administración se reportan casi 39 mil personas detenidas, más de 20 mil armas decomisadas y la destrucción de alrededor de mil 700 laboratorios de drogas. Para el medio estadounidense, estos resultados marcan una diferencia clara frente a la política de “abrazos no balazos” del sexenio anterior y reflejan un giro hacia una estrategia más operativa y frontal.
El reportaje también señala que estas acciones han sido bien vistas dentro del círculo cercano de Donald Trump. Funcionarios de su entorno han elogiado el perfil de Harfuch como exjefe policial con experiencia en campo, capaz de ofrecer resultados concretos y de generar confianza en Washington. John Creamer, exfuncionario de la embajada estadounidense en México, afirmó que su presencia ha calmado las preocupaciones sobre la capacidad real del Estado mexicano para enfrentar a las organizaciones criminales.
En entrevista con el diario, el propio García Harfuch aseguró que no ve viable una intervención militar estadounidense en territorio mexicano. Dijo confiar en el respeto a la soberanía nacional, siempre y cuando haya resultados claros. “Si no los tuviéramos, me preocuparía, pero cada vez tenemos más”, afirmó. Durante la charla, el teléfono rojo sonó un par de veces: era, según el propio funcionario, una línea directa con la presidenta Sheinbaum, un detalle que el medio interpretó como muestra de la coordinación permanente en el más alto nivel.
El mensaje que deja el reportaje es claro: aunque el combate al narcotráfico sigue siendo complejo, la estrategia de Harfuch ha reposicionado a México ante Estados Unidos y ha devuelto margen político y diplomático a la agenda de seguridad bilateral.
