Por Juan Pablo Ojeda
Cuando todos en Morena celebran los triunfos recientes y se preparan para seguir gobernando con mayoría, hay una voz que rompe el coro triunfalista y pone el freno: la de Ricardo Monreal. Político experimentado, con años en la grilla y conocido por no seguir la línea oficial sin antes cuestionarla, el diputado morenista ha vuelto a prender las alarmas dentro de su propio partido. Según él, Morena está en un punto crítico y, si no se pone orden pronto, el 2027 podría no pintar tan fácil como muchos creen.
Monreal advierte que Morena, aunque gobierna buena parte del país, todavía no tiene sus propias «estructuras electorales» bien definidas. Eso significa, en pocas palabras, que gran parte de su éxito sigue dependiendo de figuras fuertes como la del presidente López Obrador o, más recientemente, Claudia Sheinbaum. Pero para las elecciones de 2027, la presidenta no estará en la boleta. Y sin ese arrastre, muchos morenistas podrían quedarse sin la ola que los llevó al poder.
El diputado lo dice sin rodeos: hay exceso de confianza en las filas de Morena. Hay quienes ya se sienten gobernadores antes de tiempo, pensando que con solo ser del partido tienen asegurado el cargo. Pero Monreal no lo ve así. Y lo que más le preocupa es que la pelea no será contra la oposición, sino entre los propios morenistas. “Estamos en una disputa interna insalvable”, dijo en un video reciente. Y no parece que sea exageración.
Todo esto se da mientras Claudia Sheinbaum impulsa una reforma electoral que, aunque busca modernizar el sistema, ya está generando más problemas de los que resuelve. ¿Qué propone la reforma? Entre otras cosas, reducir el dinero público a los partidos y eliminar los diputados plurinominales. Suena bien, pero esto toca intereses muy delicados, sobre todo los de los partidos pequeños aliados de Morena, como el Partido Verde y el del Trabajo. ¿Por qué? Porque esos partidos dependen de esas diputaciones para sobrevivir políticamente.
Monreal deja claro que, por primera vez desde 1988, una reforma electoral no viene exigida por la oposición, sino desde el propio gobierno. Y eso, en su opinión, no solo es inusual, sino peligroso. Especialmente cuando se busca eliminar los espacios que dan voz a las minorías políticas. “Esa eliminación no puede ser”, advierte.
Además, hay otro tema que se mezcla con esta tormenta: el nepotismo. Aunque la presidenta Sheinbaum no logró que se aprobara la ley que lo prohíbe, ya ordenó que en 2027, Morena no postule a familiares directos de actuales funcionarios. El problema es que sus aliados no tienen por qué acatar esa norma, y ya hay varios casos donde se están preparando candidaturas familiares. En San Luis Potosí, por ejemplo, el Partido Verde ya perfila a la esposa del gobernador como su carta. En Zacatecas, otro de los hermanos Monreal suena para suceder al actual gobernador… que también es su hermano. Y en Guerrero, el padre de la gobernadora quiere entrar al quite.
Si Morena no impone orden interno y reglas claras, advierte Monreal, se le van a salir los demonios por todos lados. Ya lo ha dicho varias veces: “La presidenta nos consolida, pero no estará en la boleta del 2027”. Es decir, la cohesión que hoy existe podría evaporarse cuando cada quien quiera jalar agua para su molino sin una figura fuerte que ponga disciplina.
Encima de todo esto, Morena no está limpio de escándalos. Están las acusaciones contra Adán Augusto López por sus vínculos con personajes ligados al crimen, los viajes lujosos de algunos funcionarios, incluidos los hijos de líderes del partido, y los regaños públicos que ha hecho Sheinbaum a varios de los suyos —incluido el propio Monreal— por no actuar con la austeridad que predica Morena.
El escenario para 2027 no está nada claro. Y aunque hoy Morena parece tenerlo todo bajo control, las señales de advertencia ya están encendidas. La mayor amenaza para su futuro quizá no venga de fuera, sino desde dentro. Y Monreal, con su colmillo afilado y su olfato político, ya lo está diciendo: si Morena no se ordena, se le va a caer el castillo… y no hará falta que nadie lo empuje.