En un mundo cada vez más iluminado, la oscuridad se ha convertido en un bien escaso, pero vital. Investigaciones recientes lideradas por el doctor Randy Nelson en West Virginia, Estados Unidos, han demostrado que la exposición a luces artificiales durante la noche, ya sea en el jardín, el hogar o a través de pantallas electrónicas, puede afectar negativamente el metabolismo, el sistema inmunológico y el estado de ánimo de las personas. La conclusión central: la oscuridad es esencial para nuestra salud.
El cuerpo humano, al igual que el de muchas otras especies, está programado para funcionar con base en ritmos circadianos, que dependen de la alternancia natural entre luz y oscuridad. De noche, una menor exposición a la luz permite que se activen procesos biológicos clave, como la regeneración celular, el fortalecimiento del sistema cardiovascular y la producción de melatonina, una hormona indispensable para conciliar el sueño. Cuando esta oscuridad se interrumpe constantemente —por faroles, lámparas, pantallas o luces de jardín—, el cuerpo interpreta señales contradictorias que alteran su funcionamiento interno.
Nelson, autor del libro Dark Matters, publicado por Oxford University Press, va más allá al describir la luz artificial nocturna como un “peligro oculto” que contribuye a un mayor riesgo de enfermedades crónicas como trastornos del sueño, problemas cardiovasculares, depresión, ansiedad e incluso cáncer. En su obra, escrita en un lenguaje accesible, el investigador ofrece también estrategias prácticas para hacer que la vida moderna se acerque más a los ritmos naturales, mejorando el bienestar general.
Entre las recomendaciones más efectivas destacan reducir el uso de luz blanca o azul por la noche, preferir iluminación cálida y tenue, limitar el uso de pantallas antes de dormir y crear entornos con menor contaminación lumínica en los hogares, especialmente en jardines y patios. Esto no solo favorece un mejor descanso, sino que también potencia el sistema inmunológico y mejora la salud mental.
La propuesta de Nelson y su equipo es simple, pero poderosa: atreverse a usar menos luz para vivir mejor. En un entorno donde el exceso de estímulos visuales es constante, redescubrir el valor de la oscuridad puede ser una de las herramientas más efectivas y naturales para cuidar la salud. La noche, tal como la naturaleza la pensó, aún guarda secretos importantes para nuestro equilibrio físico y emocional.