En los últimos años, la temporada de lluvias en la Ciudad de México ha pasado de ser una constante previsible a un periodo marcado por fenómenos cada vez más extremos. Lluvias torrenciales en lapsos cortos, granizadas de gran magnitud y anegaciones recurrentes han puesto a prueba la infraestructura, movilidad y vida cotidiana de millones de capitalinos. Un informe reciente revela que el impacto de estas condiciones meteorológicas no solo se ha intensificado, sino que también está dejando una huella profunda en la economía familiar, la salud pública y la operación de servicios esenciales.
La Ciudad de México, ubicada en una cuenca cerrada con topografía montañosa y volcánica, recibe entre 600 y 800 mm de lluvia al año en la mayoría de su territorio, aunque zonas como el Ajusco-Chichinautzin superan los 1,000 mm anuales. La temporada húmeda, que se extiende de finales de mayo a inicios de octubre, concentra más del 85% de estas precipitaciones, siendo julio el mes más lluvioso. Solo en junio de 2025, la capital acumuló un volumen récord de 337 millones de metros cúbicos de agua.
A esta dinámica se suma la frecuencia creciente de granizadas. La capital forma parte del llamado “Corredor del Granizo”, una franja centro-montañosa del país donde confluyen aire húmedo del Pacífico y del Golfo, calentamiento diurno y condiciones orográficas propicias. Estudios señalan que la ciudad concentra cerca del 0.8% de las granizadas a nivel nacional, con entre cinco y seis eventos severos por temporada, sobre todo entre junio y septiembre. En 2025, se reportaron episodios de granizo con espesor de hasta un metro, provocando colapsos de techos, árboles caídos y daños significativos a vehículos y viviendas.
Las consecuencias son visibles en múltiples ámbitos. Solo entre 2016 y 2024, la capital registró un promedio de 516 inundaciones por año, siendo Iztapalapa, Tlalpan, Tláhuac y Xochimilco las alcaldías más afectadas. En 2024, se documentaron más de 90 anegaciones en Iztapalapa y más de 60 en Tlalpan, muchas de ellas derivadas de coladeras tapadas por residuos: seis de cada diez eventos se relacionan directamente con basura en el drenaje.
El sistema de movilidad también se ve colapsado. Con lluvias de apenas 15-29 mm, vialidades como Periférico, Insurgentes y Paseo de la Reforma experimentan encharcamientos que ralentizan o detienen el tránsito. Las líneas 2 a 8 del Metro y el Metrobús han sufrido interrupciones y cierres parciales durante tormentas severas. Mientras tanto, las granizadas han provocado daños estructurales en viviendas, como ocurrió en julio de 2025 en Lomas Quebradas, Magdalena Contreras, donde 44 casas resultaron inundadas tras caer 60 mm en solo una hora.
Las afectaciones van más allá de lo material. La exposición prolongada a lluvia ácida urbana ha incrementado los casos de infecciones respiratorias y accidentes viales, mientras que las pérdidas económicas por daños a inmuebles, automóviles y equipos suman cientos de millones de pesos anuales, tanto para familias como para aseguradoras.
Frente a estos escenarios, la respuesta institucional se ha intensificado con sistemas de alerta climática. La Alerta Amarilla se activa con lluvias de entre 15 y 29 mm, mientras que la Naranja lo hace con precipitaciones mayores a 30 mm y la Roja a partir de 50 mm, lo que implica desde recomendaciones preventivas hasta suspensiones de actividades y habilitación de refugios. El Operativo Lluvias, coordinado por Sacmex, moviliza cada año equipos de desazolve, camiones hidroneumáticos y cuadrillas de emergencia.
Sin embargo, la adaptación también requiere acción ciudadana. Mantener limpias las azoteas y coladeras, evitar cruzar corrientes de agua, proteger estructuras vulnerables ante granizadas y contratar seguros para vivienda y auto son medidas clave para reducir riesgos. Además, fomentar el uso de sistemas de captación pluvial puede contribuir a disminuir la presión sobre el drenaje urbano y a aprovechar los excedentes de agua.
En conclusión, la Ciudad de México enfrenta un escenario climático desafiante, con lluvias intensas y granizadas que ya no son eventos aislados, sino parte de una nueva normalidad marcada por el cambio climático y la urbanización descontrolada. Fortalecer la infraestructura pluvial, mejorar la gestión de residuos y promover una cultura de prevención son pasos urgentes para mitigar los daños presentes y proteger a la ciudadanía frente a fenómenos cada vez más extremos.