Por Juan Pablo Ojeda
En México, la Navidad no termina cuando se apagan las luces del árbol ni cuando se guardan los regalos. Al día siguiente, el 25 de diciembre, llega uno de los rituales más esperados en millones de hogares: el recalentado. Más que volver a calentar comida, esta costumbre es una segunda celebración, igual de importante y, para muchos, incluso más sabrosa.
Desde muy temprano, las cocinas mexicanas vuelven a llenarse de aromas familiares. El pavo regresa al horno, el bacalao se recalienta a fuego lento, los romeritos vuelven a hervir y el pozole revive con un nuevo hervor. Nada se desperdicia: los restos de la cena de Nochebuena se convierten en el centro de la reunión, acompañados de tortillas recién hechas, bolillos crujientes y, claro, salsas caseras.
El recalentado también es una excusa perfecta para extender la convivencia. Familiares que no pudieron llegar la noche anterior aparecen al día siguiente, amigos cercanos se suman sin invitación formal y la mesa vuelve a llenarse de risas, anécdotas y sobremesas largas. No hay prisas ni formalidades; el ambiente es relajado, en pijama o ropa cómoda, con café, refresco o algún ponche que sobrevivió a la noche previa.
En muchas casas, el recalentado supera en sabor a la cena original. Los guisos reposados concentran mejor sus sabores, las salsas pican más sabroso y los platillos tradicionales parecen “sentarse” mejor después de una noche en el refrigerador. Por eso no falta quien diga que el verdadero manjar navideño se come al día siguiente.
Esta tradición también refleja una forma muy mexicana de ver la fiesta: compartir, aprovechar y alargar los momentos importantes. El recalentado no distingue clases sociales ni regiones; puede ser tan sencillo como unos tacos de pavo o tan abundante como una mesa completa de platillos típicos, pero siempre cumple la misma función: reunir.
Así, mientras el calendario avanza y la Navidad oficialmente queda atrás, el recalentado se encarga de mantener vivo el espíritu festivo, demostrando que en México las celebraciones no se acaban, solo se recalientan.
